Las letras, el alfabeto, la escala de
las vocales, el niño, a la sombra de la madre, pájaro ligero por el árbol de la gramática. Salta ,
va, viene, se equivoca de rama, vuelve a saltar, dice la a, la e, ríe con la i,
se asusta con la u, vive.
Por ahí empieza la historia, hijo,
empieza la cultura, el mundo de los hombres, ese juego largo que hemos
inventado para aplazar la
muerte. Las letras, insectos simpáticos y tenaces, juegan
contigo como hormigas difíciles. Estás empezando a pulsar las letras, las
teclas de un piano que resuena en cinco o diez mil años de historia.
Cada letra tiene un eco de lenguajes
pasados, de idiomas milenarios, que tú despiertas inocentemente, como cantando
dentro de una catacumba. Eres el paleontólogo ingenuo de nuestro mundo de
jeroglíficos. Somos tus antepasados remotos, esfinges egipcias, dioses griegos,
estatuas etruscas, dialectos nubios. Me siento –ay– más del lado de la
Antigüedad que del lado de tu vida reciente. Se me incorpora una cultura de
siglos que contempla impávida, fósil, tu pajareo alegre por sobre las losas del
pasado. Cada letra es una losa que pisas, cada palabra es una tumba. Estás
jugando en el cementerio, como los niños de aquella película, porque las
palabras son cadáveres, enterramientos, embalsamientos de cosas. Tú, que eres
todavía del reino fresco de las cosas, te internas ahora, sin saberlo, en el
reino sombrío de las palabras, de los signos.
Francisco Umbral, Mortal y rosa.
1. Haga un comentario de texto del
fragmento que se propone contestando a las preguntas siguientes:
a) Enuncie el tema del texto.
·
Recuerdo del
autor del aprendizaje de su hijo de las primeras letras y la importancia que
esto tiene para el ser humano
b) Detalle sus características
lingüísticas y estilísticas más sobresalientes.
1) Estructura interna:
Podemos dividir el texto en dos partes:
a) La primera parte va de la l. 1 a la
l.3, y nos presenta la figura de la madre enseñando a su hijo las vocales.
b) La segunda parte ocupa de la l. 4 a la
l. 16, y nos presenta una reflexión del narrador con su hijo, sobre la
importancia de la lectura para acceder al mundo de la cultura.
Nota: El libro Mortal y rosa es una reflexión en forma de novela, sobre la
muerte, especialmente de su hijo, fallecido a los 5 años (el libro lo escribió
Umbral durante la enfermedad y posterior muerte de su hijo).
2)
Niveles lingüísticos del texto:
a)
Nivel morfosintáctico:
·
A lo largo de
todo el texto tenemos la presencia del tono enunciativo, ya que el autor
nos evoca su recuerdo en un tono sosegado, melancólico, donde el dolor ya está
asimilado. Sólo hay una interjección, “ay” (l.11), que surge como una queja
silenciosa (ni siquiera lleva los preceptivos signos de exclamación).
·
El autor utiliza
al comienzo del texto una serie de verbos yuxtapuestos, sobre todo en presente,
que muestran la dinámica actividad del niño: “salta, va, viene (…) vuelve a
saltar” (l. 2), y termina la serie con un verbo que tiene una clara connotación
negativa, “vive” (l. 3), ya que sólo vive en el recuerdo del autor. Todos
estos verbos en presente pretenden actualizar y recrear una escena que el autor
guarda en su memoria.
·
Hay también otros
presentes, como “empieza” (l. 4), con un valor cercano al presente atemporal
(o gnómico), y los referidos al niño, como “juegan” (l. 5) o “están
empezando” (l. 6), que nos llevan a acciones que estarán siempre en la mente,
en el recuerdo del autor; por eso, en vez de utilizar el pretérito imperfecto,
que hubiera sido más lógico, utiliza el presente.
·
A lo largo de todo el texto, las oraciones no
tiene demasiada complejidad, predominando las oraciones simples y las
yuxtapuestas (l. 1, 2 y 3; o l. 10). También vemos la presencia de las oraciones
atributivas, con el verbo ser, como “Cada letra es …” (l. 12/13, con
la pretensión de dejar claras las ideas del autor hacia su hijo (estamos, en
realidad, en un diálogo imaginario de un
padre que enseña a su hijo las verdades de la vida).
b) Nivel léxico-semántico:
·
Al comienzo del
texto se acumulan los sustantivos concretos (“letras, alfabeto, …, l.
1), y luego aparecen por todo el texto (“estatuas”, l. 10), pero también
tenemos la presencia de sustantivos abstractos, como “historia, cultura”
(l. 4) o “lenguajes, idiomas” (l. 8). Según el autor, de unos pasamos a los
otros. Es decir, de la letra se pasa a la cultura.
·
En cuanto a
los adjetivos calificativos, la
mayoría son especificativos, como
“ligero” (l. 1); “largo” (l. 4); “milenarios” (l. 8); “egipcias, griegos
y etruscas” (l. 10). Pero también encontramos adjetivos cercanos al explicativo,
y por tanto, con sentido ornamental y casi poético. Así, “difíciles” (l. 6);
“ingenuo” (l. 9); “alegre” (l. 12) o “fresco” (l. 15) y “sombrío” (l. 15). Si
los primeros sirven para precisar las ideas del autor, los segundos buscan dar
un tono más literario al texto.
·
A lo largo de
todo el texto hay isotopía léxica con la repetición de palabras clave en
el texto, como “letras” (l. 1, 5, 6, 8 y 12), que se convierte en el eje
temático de todo el texto.
·
También podemos
observar la presencia de tres isotopías semánticas referidas al mundo de
la lengua, como vehículo de transmisión de la cultura (“letras,
alfabeto, vocales, gramática, palabras, signos”); al mundo de la cultura
unido a la Historia (“paleontólogo, jeroglíficos, esfinges egipcias, dioses
griegos, estatuas etruscas, dialectos nubios, Antigüedad”); y, por último, al
mundo de la muerte (“muerte, catacumba, losa, tumba, cementerio,
cadáveres, enterramientos, embalsamamientos, reino sombrío”). Estos tres campos
semánticos estructuran el contenido del texto respecto al diálogo/reflexión del
autor con su hijo.
·
Incluso podríamos
señalar la presencia de una isotopía fónica en las aliteraciones
de “ríe con la i, se asusta con la u” (l. 2/3), que añaden un claro valor
poético al texto.
·
Por último,
señalar la antonimia “vida/muerte” que se produce a lo largo de todo e
texto. Así, en un primer momento nos habla de vida: “el niño” (l. 1);
“la madre” (l. 1); “el hijo” (l. 4). Luego, volviendo al pasado a través de la
palabra “paleontólogo” (l. 9), llegamos al momento en que el autor nos habla de
la muerte: “cadáveres, enterramientos, embalsamamientos” (l. 14), que
nos acercan a esa connotación que tiene este texto sobre la muerte de su
hijo.
c) Nivel textual:
·
Respecto a la
presencia de funciones lingüísticas, podemos comentar las siguientes:
Tenemos función expresiva, ya que el autor intenta expresarnos la
ternura y el cariño hacia su hijo,
aunque sólo exista en su recuerdo ya, con expresiones como “el niño, a la
sombra de su madre (…) vive” (l. 1/3); “Tú, que eres …” (l. 14/15). También la
interjección “ay” (l. 11) expresa todo ese dolor del autor.
También tenemos la función conativa, ya que el
autor se dirige a su hijo a través del vocativo “hijo” (l. $), como si le
estuviera oyendo (es un diálogo imaginario como hemos comentado).
La función metalingüística aparece también ya
que el fragmento, como hemos indicado, es una reflexión sobre el lenguaje
(“Cada letra tiene …” (l. 8) o “las palabras son …” (l. 14).
La función representativa aparece muy
escasamente. Podemos verla en “el niño, a la sombra ... (l. 1).
·
Vemos la
presencia de una serie de deícticos personales referidos a su hijo, “tú”
(l. 8 y 14); “tus antepasados” (l. 10); “tu vida” (l. 11); “tu pajareo” (l. 12)
y “te” (l. 15), que junto con el “Me” (l. 10 y 11), forman ese diálogo
imaginario al que nos refeeríamos antes.
·
Los deícticos
temporales que aparecen en el texto “cinco o diez mil años” (l. 6/7) junto
con “Antigüedad” (L. 11) o “siglos” (L. 12) Aparecen para marcar la diferencia
entre la vida reciente de su hijo y el peso milenario de la cultura.
·
Los deícticos
espaciales “egipcias, griegos, etruscas, nubios” (l. 10) tienen el valor de situarnos en periodos brillantes
de las culturas antiguas.
·
Respecto a la
presencia de marcadores textuales, no hay muchos, ya que el autor
utiliza numerosas enumeraciones, y los elementos se van acumulando en su
memoria sin elementos de enlace. Podemos destacar la presencia del marcador
aditivo “y” (l. 5) y del causal “porque” (l. 14). Debido al carácter
casi poético del texto, los marcadores casi desaparecen, ya que el autor va a
lo esencial.
3) Características estilísticas:
·
Lógicamente,
tenemos presencia de la función poética, muy numerosa, debido a la
multitud de figuras literarias, sobre todo de metáforas: “pájaro
ligero …” (l. ½); “juego largo …” (l. 4/5); “las letras, insectos … (l. 5).
Estas metáforas, junto con otras como “las letras, las teclas …” (l. 6);
“paleontólogo ingenuo” (l. 9); “tu pajareo alegre” (l. 12); “las palabras son
cadáveres …” (l. 14) contribuyen a dar un tono claramente literario y casi
poético (estamos cerca de la presa poética en el texto de Umbral).
También encontramos símiles, “como hormigas”
(l. 5/6); “como cantando …” (l. 9) o “como los niños” (l. 13/14). No olvidemos
tampoco las personificaciones, como en “una cultura (…) que contempla”
(l. 11/12) o las enumeraciones (l. 1, 2, 10 y 13) numerosas que
completan el alto nivel literario del texto.
·
Al ser el texto
una narración, nos tenemos que fijar también en los siguientes aspectos:
1) El tiempo:
·
El tiempo
externo se refiere a un pasado en que el hijo estaba vivo (lo podemos
situar en los años 70 (que es cuando el autor escribe esta obra. En cuanto al tiempo
interno, corresponde a una época feliz en la memoria del del autor.
Pertenece a sus recuerdos, por lo que utiliza una evocación retrospectiva
(analepsis) a través de un recuerdo que el autor actualiza mediante los
tiempos verbales (ya comentados) y que pretende situar la escena en el presente
del autor (l. 2).
2) El espacio:
·
El autor nos crea
un espacio no físico sino subjetivo, que podemos situar en su
memoria, en su mente. No hay situación real, física, de la escena de la madre y
el niño (l. 1/3); luego, el espacio se va diluyendo en la mente del autor. Por
tanto, no hay ubicación del espacio físico que muestra el autor.
3) El narrador:
·
El narrador
aparece, en el primer párrafo, en tercera persona del singular (“salta,
va, viene” , l. 2) para marcar la distancia entre lo que observa, la madre y el
hijo juntos, y él. En el segundo, el escritor se incluye en la escena mediante
el uso de la primera persona del plural (“hemos inventado”, l. 5). En el
tercer párrafo, aparece la primera persona del singular (“Me siento”, l.
11). Incluso aparece la segunda persona del singular referida al
hijo (“Estás empezando”, l. 6; “despiertas”, l. 8; “Eres”, l. 9; “Estás
jugando” o “te internas”, l. 15).
Este cambio de personas se produce porque es un narrador-testigo-protagonista
(el propio Umbral), que nos va a ir contando sus experiencias y recuerdos en lo
relacionado con su hijo. Es también un narrador
omnisciente (“te internas ahora …”, l. 15) en algún momento del texto.
·
La forma
narrativa que adopta el texto es el monólogo interior, casi podríamos
decir que es un fragmento de “fluir de conciencia” (aunque no llega a ser
“escritura automática”). Es más bien, una especie de diálogo fingido con
el hijo muerto. Es como si hablara con él y se dirigiera a él en todo momento.
c) Indique
qué tipo de texto es.
·
El texto es fundamentalmente
narrativo, ya que comienza con la evocación de una escena familiar:
el niño, junto a la madre, se inicia en el mundo de la lectura, mientras que el
padre los observa. A continuación, comienza la parte reflexiva del
texto, en forma narrativa también, sobre la importancia de las letras para
acceder a la cultura.
·
Estamos, por
tanto, ante un texto fundamentalmente narrativo (cercano a la prosa
poética, ya que tiene una clara intención lírica). Pertenece al género de la novela
y es, lógicamente, un texto literario que pertenece a la novela Mortal
y rosa de Francisco Umbral, escritor de la novela posterior a la Guerra
Civil.
2. Redacte un resumen del contenido del
texto.
·
El narrador, que
es el propio autor, Umbral, a partir del hecho de ver a su hijo adquiriendo el
significado de las vocales enseñadas por la madre, reflexiona en un diálogo figurado
sobre el proceso de adquisición de la lengua, sobre el valor de los signos lingüísticos
en la Historia y la cultura de la humanidad.